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FIN DEL VERANO

FIN DEL VERANO
COMIENZA LA AVENTURA

viernes, 15 de enero de 2010

EL RECLAMO


La caza de la perdiz con reclamo se impregna, en su práctica, de sensaciones provocadas por las distintas situaciones por las que atraviesa el veterano jaulero.

Entre ellas estarían la incertidumbre y el nerviosismo que provoca el acercamiento de aquel par de perdices que se encuentra replicando a los mensajes que emite nuestro reclamo.

Transcurrido cierto tiempo, donde el intercambio sonoro de mensajes, más o menos agresivos, entre el campo y nuestro pájaro, se traduce en cierto acercamiento al lugar donde tenemos emplazado el puesto. Entonces aflora la emoción al ser testigos del trabajo exquisito que despliega aquel que, situado sobre su atalaya, llama con insistencia a sus congéneres.

En estos casos siempre existe una lucha dialéctica de la cual somos testigos en la soledad del puesto y que nos hace disfrutar de lances de mayor o menor importancia en el mundo cuquillero. Por ello, no suele existir esa carga sorpresiva de la aparición de las camperas en plaza pues previamente han venido, desde lejos, pregonando sus intenciones belicosas.

Son en esas calladas oportunas y magistrales de nuestro campeón cuando suelen producirse los acercamientos del campo y bien en aquellas situaciones donde corta de raíz los sonoros registros que emplea para comunicarnos la inminente llegada de sus congéneres. En ocasiones solo es preciso observar su comportamiento para pensar de inmediato: ¡ya las está viendo!.......¡qué emoción! …..Y que decir de la situación, de la que en ocasiones somos testigos, referida a la perdiz que se nos viene de vuelo emitiendo un cada vez más sonoro piolío conforme va llegando a nosotros. En estos momentos nos sorprende siempre el cálculo que tiene al saber, con bastante exactitud, el lugar de donde proceden aquellas llamadas desafiantes, pues “aterrizan” algunas veces en plena plaza sorprendiendo tanto al reclamo como al propio jaulero. Ligeros golpes de saseo son las primeras notas sonoras que oímos para continuar con mensajes agresivos y así desalojar al intruso que está en su querencia.

En cambio, el apasionado jaulero puede verse inmerso en otro tipo de situaciones donde no es testigo de las distintas fases de acercamiento de aquel par con escaso celo o aquella perdiz recelosa y astuta. Son hechos donde la perdiz viene apeonando hacia nuestra ubicación tapada entre el monte y sin emitir canto alguno; se nos viene a situar detrás del puesto, callada, oculta entre las ramas posteriores que camuflan nuestro puesto.

Los reclamistas veteranos saben, por los ruidos que produce en su caminar, o charasqueo, cuando se mueve, la dirección que sigue….y aunque a veces nos vemos sorprendidos por ruidos muy similares como los producidos por pajarillos picoteando entre el suelo para buscarse el necesario sustento, casi siempre el finísimo y experimentado oído del jaulero escucha los casi inaudibles sonidos del guteo, prueba determinante de la presencia de aquella perdiz visitante.

Este charasqueo, es detectado, leído e interpretado de inmediato por el veterano jaulero que se queda sin mover un solo músculo dentro del puesto, solo sus ojos buscan ….de reojillo… la posible ubicación de aquella perdiz que ha venido a situarse detrás de nosotros sin haber comunicado previamente su acercamiento de una forma sonora.

El jaulero poco experimentado, o con pocas horas de vuelo, no sabe apreciar esos ruidos o charasqueo. Si este hecho trascurre al dar por finalizado el puesto, al levantarse provoca la lógica espantada de aquella perdiz y el también lógico “mosqueo” del principiante reclamista al comprobar como sale de vuelo la muda gallinácea.

Cuando vivimos esta situación nuestro reclamo continúa replicando sonoramente a la voz guerrera del campo, pues no sabe de la presencia de aquella perdiz que ha venido de forma sorpresiva, por ello deseamos que, por el charasqueo que oímos, vaya a situarse en los laterales o en el frontal del puesto y así nuestro reclamo detecte su presencia y comience con todo su repertorio de cortejo o conquista.
Distinto es el caso de aquella perdiz que también ha llegado al puesto de igual forma, pero que comunica su llegada con un sorpresivo canto detrás de nosotros. Es entonces… cuando nuestro corazón arranca en 5ª velocidad, la adrenalina se dispara, la boca se nos seca y la emoción alcanza cotas inimaginables.

Ante esta situación el reclamo bueno empleará, como respuesta inicial, un sonoro regaño de forma imperativa para hacer callar a aquella que se presenta de forma brusca y precipitada, para enfrascarse, a continuación, con otros recursos zalameros y de conquista y así tratar de acercar a la sorpresiva visitante.

Si el reclamo no está catalogado como bueno iniciará una briega, tomando los alambres en una actitud descompuesta, actitud que acrecentará conforme siga oyendo a la perdiz que lo está provocando, consiguiendo con ello la huida de aquella que detecta un comportamiento extraño.

Con charasqueo…. o sin él, las distintas situaciones, por las que atravesamos los jauleros en la práctica de esta apasionante modalidad venatoria, nos hacen paladear y disfrutar de cada una de las escenas que se nos presentan cuando estamos en el interior del puesto.


Manuel Romero Perea.
Autor del libro del reclamo titulado: La caza de la perdiz con reclamo. Arte, Tradición, Embrujo y Pasión.

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